viernes, 29 de enero de 2021

Cansancio

tengo bastante trabajo
y mucho cansancio

suerte de cambio de roles,
si antes era la dificultad para respirar
ahora es el no poder levantarme de la silla

si antes era el intentar pasar la noche
ahora es proyectar a futuro
¿nunca había estado cansado?

olvidarme de los traumas,
porque estoy cansado
todo sigue igual de bien
hasta me sorprendí el otro día
sonriendo, como antes

estoy cansado
y sigo
porque sé que está inversión es la mejor
la única solución posible hacia la vida
¿para qué trabaja la gente sino?

estoy cansando, incluso me olvidé
que esto es lo primero que escribo
en dos años

no sé, estoy cansado
y mañana trabajo.

Crónicas desde Saturno: Parte 1

04/08/2018
 
Querido lector:

Perdóneme la falta de lenguaje inclusivo (del cual soy defensor pero dificultoso adoptador), por mi probable hostilidad para con usted, mis ofensas, la posible brutalidad de las descripciones, la incoherencia de las partes, de los textos, de los párrafos. Perdóneme el no tener una guía de escritura, el no haber leído lo suficiente —y el tampoco querer hacerlo— para justificarme. Discúlpeme por la redacción, la mala elección de la puntuación, las posibles faltas de ortografía, la fealdad de las estructuras que conformarán este panfleto. 

Sí, esto es un panfleto, no un texto que busque comprensión profunda. Solo son una acumulación de escrituras rápidas, sin pensar demasiado en la exactitud de las palabras. Y no busco compasión, no me malinterprete, solo utilizo mi derecho a la disculpa.

Sinceramente, perdón por mentirle.
Julio, el que escribe.


1.1. La mente y el vacío: el preso reincidente.

Hoy he leído que ser humano es sufrir, porque la comunicación, la percepción y el entendimiento nunca serán perfectos; el empeño en lograr las correspondientes conexiones es la base de nuestro sufrimiento primario. Estoy seguro que era Schopenhauer, ¿por qué no lo leí antes? Mejor así.

Pensé en esto todo el día, aunque el dilema viene de antes. ¿Por qué no sacas provecho, Julio? Pero frente a los últimos problemas de la existencia mi necesidad de escritura nunca fue saciada. Me explayo, que sino es todo código.

¿No es doloroso pensar demasiado? ¿Existencia es sinónimo de dolor en el alma? ¿Qué hice mal? ¿Por qué me siento así? Si no son preguntas recurrentes en usted, lector, no quiero saberlo, sería aún más devastador. No soy pesimista, no pretendo adoptar tal filosofía, no pretendo que se me interprete como alguien que odia la vida, sino simplemente como alguien que no entiende lo que le pasa; alguien que tampoco puede llegar a expresarlo por la humana limitación del lenguaje.

Las crisis son cíclicas y, por lo general, sé cuándo habrá de venir alguna. Unas duran un par de semanas, otras meses; he tenido una de un año. Sé que muchas de ellas me las induje yo mismo, aunque el por qué queda atado a lo planteado en el párrafo de arriba. Siempre les intento sacar provecho —estoy seguro que en las que están más visiblemente ligadas al desamor (porque, en definitiva, todo está ligado al amor), la inducción es para provocar una respuesta creativa— para la producción literaria. Perdón por la escritura, lector, no está todo acomodado como quisiera. A eso apuntaba igualmente. Las crisis vienen acompañadas de profundas necesidades de comunicación, de plasmar sensaciones (más que pensamientos, difusos) que intentan ser saciadas, pero nunca encuentran parangón en la falsedad de la escritura.

Hablaré en claro: mientras escribo esto siento un fuerte dolor en el pecho, una estreches en la garganta, un pinchazo en la boca del estómago esporádico, pero cíclico; siento la sensación de que mis huesos no están rellenos dentro, mis ojos parecieran estar secos, y duele detrás de estos, todo esto en el plano físico. En lo que respecta al plano cerebral, que yo llamo alma por tonto poeta, sin atribuirle ningún significado especial y como simple manera de nombrar a todo lo que me compone que no es expresamente físico, solamente pienso en vacío. Básicamente, siempre que hay una crisis mi alma piensa en el vacío. Bien, he delimitado algo: crisis podría llegar a ser sinónimo de vacío. Otro día retomaré estos pensamientos.



1.2. Buenos Aires: la ciudad intransitable si no se posee la distracción.

Mi devota fe religiosa me lleva a pasar (vagar) un par de horas por la urbe sin mi celular. Tengo un punto de anclaje, que es el auto, a partir del cual comienzo una deriva no muy lejana por la poca fiabilidad de la memoria y el no conocer las calles. Dos horas y solo tengo algo de efectivo conmigo, nada más. Nada para leer, nada para buscar dónde ir y mi miedo a hablar con alguien que no conozco. Gran mañana.

Bueno, que es casi el mediodía. En fin, dos minutos mirando hacía ambos lados en el punto de anclaje. Me decido a derivar, camino una media hora. Ruido, tráfico, más ruido, mucha gente en un plano distinto y la pregunta: ¿cómo se puede vivir así? ¿qué puede salir de este hacinamiento cotidiano?

El ruido es insoportable, no entiendo cómo nadie lo nota. A una cuadra de la avenida ya se sienten los colectivos con sus frenos y sus entrañas. ¿Cómo se puede pensar, reflexionar, lastimarse? Sí, mi mente sigue dando vueltas alrededor del vacío; condicionante. Las veredas son muy finas, en la puerta de un colegio debo esperar que un nene se decida a pasar con su monopatín para poder pasar yo, comprendo por qué odio a la gente. Sí, también a vos. No lo digo con orgullo, no me gusta odiar, porque lo que Julio odia más que todo es odiar algo. Mientras camino esquivando excrementos (mierda, hablá bien) de perro llego a la pregunta: no, no puedo llegar a la conclusión de si me odio a mí mismo. Ahora, luego de que pasaron algunas horas, tampoco lo creo.

De repente veo una cancha de tenis. Un hombre mayor regando. Una nena pequeña juntando pelotas. Lo estético es lo que te salva, ciudad de líderes. Ese es el único pensamiento positivo, hasta que, en la tercera pasada por el frente, me decido a entrar a un pequeño restaurante que en su pizarra de la vereda se jacta de por $250 venderte un menú vegetariano casero a elección, una bebida, un café y darte amor. La oferta, que pareciera irresistible y una ganga, solo la acepto cuando noto que en las mesas hay pequeños libros para leer. Desgraciadamente no eran biblias de bolsillo, y pasé media hora leyendo sobre museos de Buenos Aires y de una muestra fotográfica que iba a ocurrir en el MALBA. En el 2010. Salí de ahí a la hora y los pensamientos del vacío se fueron durante un par de horas. No describiré el lugar, las sensaciones, sería en vano y les estaría mintiendo. Si no es que acaso cada cosa que leemos es mentira, me digo ahora, en la madrugada (mientras escribo esto), pero prefiero no intentar fallar en el intento mediocre de describir y atar cualquier pensamiento.

Contradicción.

Falta de estructura general en el relato.

¿A lo largo de este texto he atado pensamientos a monolíticas palabras?

En fin, ya no sé por dónde más ponerlo, pero que quede claro: nada de lo aquí escrito es verdad. Nada escrito jamás fue verdad. La única certeza que se puede tener es que todas las palabras son mentira, esa será la conclusión de ayer, definidamente. Todas las oraciones escritas han sido malinterpretadas. Nadie ha comprendido completamente al otro. Qué dilema, Arnold.


Julio.