jueves, 19 de octubre de 2017

La periferia

somos gente de periferia
hablamos un lenguaje que no es de todos
somos gente respetada
porque ponemos carne a los delirios de la mente

somos los que no nos perdemos tras una pantalla
somos la desnudez en pleno invierno
atemporales de una tierra extraña
vagando en base a perfumes silvestres

por algunos somos odiados porque la función del enojo la perdimos
y al amor lo dejamos hace tiempo del lado de en frente


somos los necesitados
somos el fuego de tus venas
que nunca sabrás cómo apagar

somos ermitaños de asfalto
unidos por un ramal imaginario

muchas veces somos lo infravalorado
los que se encuentran debajo una piedra
como esos bichos horrendos
colonos solitarios de la oscuridad


bichos de órganos plateados
mirando el techo todo el tiempo
y empecinados en lo místico

bichos siempre de actividad nocturna
con gusto a lúpulo
usando solo lo necesario para la supervivencia

quizás un poco de viento
nunca demasiado
algo de canela
nunca demasiada
pedazos de hilos
nunca los suficientes

siendo fuego por dentro
pero congelando al contacto
de mis párpados siempre cae nieve
nunca agua
(quisiera que lloviera)

soy huracán en vacaciones
soy enano de otoño
soy mucho más que yo mismo
parte de los que no conozco.
eso habrá de ser.

martes, 17 de octubre de 2017

Crisálida nunca mariposa

ya había preparado todo
los remos y otro par de sandalias
también llevaba alfajores 

mi bote era grande
más que mi cama
mi bote era envidia
junto a mi amuleto de latón

zarpé con mar calmo
unas gaviotas me guiaron por las corrientes
y supieron enseñarme a ser pregunta
cuando yo siempre había querido ser razón

navegaba en mar bravo
cuando a lo lejos vi humo
y esa isla no pudo esquivar mi bote


el humo no era lo negro que deseaba
y la araucaria intrusa me guardaba rencor
—pobladora recién salida de su crisálida—
porque osé a acampar cerca de su techo
y notó que no era lo que ella esperaba


un día accedió compartir su vista del humo
que fue algo más negro y tapó la brillantina terráquea


otro día me contó su naturaleza de intrusa
y de que mi bote se veía mejor en alta mar

las gaviotas le habían contado de mi amuleto de latón
que ahora había quedado oxidado por el viaje
y de estar a la intemperie esperando el cobijo de su copa

pregunta era eso de que a mí el humo no me interesaba
(¿ni siquiera su nivel de intensidad, ramiro?)
fue pregunta continúa siempre continúa
pregunta sin contenido con carácter de fruto


una noche me expulsó y preso de odio me fui a otra isla
donde compartí mi último alfajor con una plánula
que fue clara en cuanto a que nunca sería mariposa

el humo fue rotando con el tiempo
y ahora nace del suelo que piso
lo que me dota de la cualidad de la intriga
—donde la pregunta es implícita—
y nadie puede verme mientras lustro mi amuleto
que ya la araucaria intrusa ve desde alta mar.