viernes, 7 de agosto de 2015

La subsecuente realidad nocturna.

Entré al bar, típico de sábados desafortunados. Llovía, bastante, como que se me caía el mundo un poco más todavía y no llegaban a ser las diez. En el pub/café que estaba al lado tocaba una bandita rock que no encontraba ni la afinación ni el tiempo correcto y que de alguna forma traspasaba de tal manera la pared que se sentía que los tenía a todos a metro y medio mío; por suerte, un tormento menor de media hora. Cerveza, tragos, lo de siempre, incluso me senté en una mesa alejada a tomar una copa de vino para resultar interesante al vistazo ajeno.

*El vino: seco, demasiado, adecuando para el poco fino pero exquisito paladar de Julito. Era de esos vinos baratos de uno en mil que vienen mal y que, con solo inspirar el aroma, te tumba; no les digo yo que era demasiado por casi cien mangos. 


Ahí te vi, algo sola también, dando vueltas en círculos por el bar, intentando embocar alguno. Yo no hice nada, como siempre, viniste a mí; dos horas de cháchara que ambos determinamos que no sirvió para nada, otros tragos varios y más vino, mucho más. Nos fuimos corriendo sin pagar, bajo la lluvia, yo pocas veces me mojé tanto y fue lo más peliculesco que me pasó en la vida. Ese día pude encontrar una felicidad que no sabía que andaba por ahí, saltar un par de nubes, anidar en algún cráter lunar, sentirme yo mismo, ser.


-La luna: increíblemente liviano, floto lejos, en la colina baja de por ahí me pongo una reposera y me dejó sonando a mis espaldas Alice (la voz de Tom Waits es que es lo mejor para las caminatas lunares), estoy esperando que choque china con áfrica; encuentro a mano un par de binoculares, y tu departamento es bastante visible, por lo que sin buscar demasiado te encuentro, y vos también! me podés ver! me estás llamando porque parece que me cocinaste algo, me debes querer bastante! intentas tironearme hacia vos con una cuerda imaginaria pero te digo que me esperes un segundo nomás. Guardo la reposera en un garage que me hice ahí cerca y salgo, el crol se me da muy bien por lo que rápido llego y puedo comer aquellos fideos (que algo de fuego les falta aún) antes de que se enfríen.





La primera vez que te invité a mi departamento se me cortó la luz, por una semana. Nada pude hacer ya, destino o karma, no importaba nada y no había tiempo de analizar. A los dos meses nos casamos, éramos bastante gauchos.

Jóvenes y casados, la gente mayor nos miraba con alegría, y sí, Matilde, lo eramos, la imagen clara de amor y felicidad (y todo esas giladas que dice la gente, que siquiera sienten, que siquiera piensan). Lástima que dos hijos y doce años después firmamos el divorcio, vos ya vivías con él y yo con ella. Cuando vos te confesaste, yo me confesé también: al parecer el número de personas era casi el mismo —bueno, dos a favor mio, pero no le diste importancia— y el tiempo en el que empezó todo era alrededor del segundo año y medio de casados, me dijo con una sinceridad que me tumbó que ambos (Julieta y Mariano, hermosas creaciones de la naturaleza) eran míos y por ende no quise ahondar en el tema, le dije que mantenía tres hijos que ella no conocía (Lautaro, Camilita y Jorguito), porque no quería ser mal padre, y ella entendió, entendimos todo.
Tengo bastantes hijos, tuve bastantes mujeres, la cuota de normalidad tenía que salir por algún lado y bueno, yo tampoco quiero ser perfecto; solo es el simple drama que tiene la vida de no poder darte todo.

Ojo, quizás algo hice mal, o quizás solamente desperté demasiado.



-Es probable que tus números sean mayores a los míos, pero no te voy a joder por eso, aunque me mate por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario