los remos y otro par de sandalias
también llevaba alfajores
mi bote era grande
más que mi cama
mi bote era envidia
junto a mi amuleto de latón
zarpé con mar calmo
unas gaviotas me guiaron por las corrientes
y supieron enseñarme a ser pregunta
cuando yo siempre había querido ser razón
y supieron enseñarme a ser pregunta
cuando yo siempre había querido ser razón
navegaba en mar bravo
cuando a lo lejos vi humo
y esa isla no pudo esquivar mi bote
el humo no era lo negro que deseaba
y la araucaria intrusa me guardaba rencor
—pobladora recién salida de su crisálida—
porque osé a acampar cerca de su techo
y notó que no era lo que ella esperaba
un día accedió compartir su vista del humo
que fue algo más negro y tapó la brillantina terráquea
otro día me contó su naturaleza de intrusa
y de que mi bote se veía mejor en alta mar
las gaviotas le habían contado de mi amuleto de latón
que ahora había quedado oxidado por el viaje
y de estar a la intemperie esperando el cobijo de su copa
pregunta era eso de que a mí el humo no me interesaba
(¿ni siquiera su nivel de intensidad, ramiro?)
fue pregunta continúa siempre continúa
pregunta sin contenido con carácter de fruto
(¿ni siquiera su nivel de intensidad, ramiro?)
fue pregunta continúa siempre continúa
pregunta sin contenido con carácter de fruto
una noche me expulsó y preso de odio me fui a otra isla
donde compartí mi último alfajor con una plánula
que fue clara en cuanto a que nunca sería mariposa
el humo fue rotando con el tiempo
el humo fue rotando con el tiempo
y ahora nace del suelo que piso
lo que me dota de la cualidad de la intriga
—donde la pregunta es implícita—
y nadie puede verme mientras lustro mi amuleto
—donde la pregunta es implícita—
y nadie puede verme mientras lustro mi amuleto
que ya la araucaria intrusa ve desde alta mar.
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