me contaron de un astrólogo emancipado
que en las mañanas regaba soles y quemaba raíces
sus ansías le pedían tierra y la pena lo ayudaba
como el nitrógeno a las plantas
como el azúcar a tu piel
sus andanzas fueron muchas
y para cuando fue crisálida su lengua no era la nuestra
de ahí en más solo pudo dedicarse al arte de romper
escarbando en lo interior más perdido
eso que está aferrado al cuerpo con clavos ya oxidados
y no volvemos a tocar por miedo a contraer enfermedades
ahí se hizo fuerte y se dedicó a adornar su imagen
con guirnaldas y letras de los que no comprendían
los años pasaron y él cada vez fue más crudo
en igual medida a lo idolatrado por las masas
que a él ya asocian la razón de su existencia
sin ver que cambia las palabras de cariño por puñales.
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