viernes, 26 de junio de 2015

Crónicas de un cuerdo. 1/21

Hoy hablemos de destrucción por uno mismo. Y será un monólogo, por como pinta nomás.

-mi mente gobierna mis actos, pero, principalmente, gobierna mis anhelos, temores y mis muertes.


Soy adicto a destruirme. Noto un cierto fanatismo en caer en pensamientos obstructores de lo que deseo, sea una vaca o un queso. Al personaje ficticio del futuro mio siempre le ocurren los mayores agravios.

Cinco minutos (largos, en serio) me tomó darme cuenta de que la destrucción parte de cierto egoísmo material con el anhelo (o lo que sea) ese, que nos carcome el alma hasta salir al exterior en forma de movimientos extraños con las manos. Quema, es neurótico, es pánico, es dolor.



-un meteoro gigante cae en una luna marciana; quizás hoy, quizás mañana, pueda salvar a aquella que no es lo que soy yo, lo que más puedo querer en presente y pasado, la moneda que vale felicidad.



En estos pensamientos es donde entra en juego la "energía de vida" de cada uno, lo que nos salva siempre de la muerte. Digamos, ¿qué es lo que impulsa a vivir a las personas? Porque considero que hay momentos, etapas donde ni vale la pena vivir. Ejemplo, la soledad: hay que ser demasiado poco humano para tener ganas de vivir y afrontarla, y estoy hablando de esos que nunca buscan solución (uy, salud che) y siguen aún rodando por ahí. Es increíble, de en serio.
Sin ir más lejos, para qué seguir viviendo, yo, si aún ni sé un 12% de lo que quiero de acá a dos años —por momentos amo racionalizar donde no se debe— y ya no siento nada, o no debería. Ahí está lo que nos mantiene vivos, algo genético, nuestra conexión más grande con el resto de los animales.


-pasadas las doces, la mente duerme lentamente. El trance se hace placentero y solo esperas la hora para volar y manipular todo lo que quieras; el mundo va a ser tuyo, no hay necesidad de ceder el control a droga alguna porque ahora el control lo tenés vos.


Finalmente, llegué a una pseudoconclusión: vivimos en base a ilusiones, tanto de las tangibles como de las que definitivamente no.

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