sábado, 27 de mayo de 2017

El cuerpo, la mente y la música: 1, Kamikaze.

Descubrí que soy religioso.

Básicamente acá describo lo que es escuchar esos discos, música, que me generan dolor por su excelencia o simplemente porque soy yo. O al menos eso intentaré, nunca cumplo lo que prometo.


Qué cosa rara eso que nos pasa cuando escuchamos música, esa que verdaderamente es la que sentimos en el alma, la que nos obliga a cerrar los ojos y a mover la cabeza con una expresión de dolor en el rostro. Porque nos toca, nos pega, choca tanto que duele.



KAMIKAZE.


Hoy les voy a hablar de aquél gran disco que es kamikaze, del gran señor Luis Alberto Spinetta. Lo habré escuchado por primera vez hará unos tres o cuatro años, en la etapa de adolescencia donde descubrimos la música de Luis que pasamos la mayoría de nosotros, esas primeras escuchas a Artaud, El jardín de los presentes, pero de ellos supongo que hablaré más adelante. Solo sé que me bastó una escucha para darme cuenta de la magnitud del disco y dejarlo guardado en el espacio de mi mente que ocupan los que yo llamo indispensables.


Luis Alberto Spinetta, KAMIKAZE. Moviendo la cabeza para leerlo porque está en diagonal el rótulo; reproducir.

Arranca de imprevisto. Sin previo aviso, de un sobresalto Luis nos cuenta sobre este kamikaze, que le está dando razón a su sangre. Una guitarra, nada más; kamikaze no lo hagas, no caigas, yo sufro por él. Se dio cuenta de su error, pero ya es irreparable. Me hubiera gustado alguna reflexión más, pero me parece bastante contundente, morir así es en vano. El final es el clima propicio para ella también.


Otra vez de imprevisto, pero ya desarma desde la primer palabra. Cerrás los ojos, él cantandote por un lado y en el otro seguís más al piano, que lo sentís haciendo cosquillas en la mejilla. Siento la canción en mi carne, pienso en toda mujer por la que supe tener interés romántico, siquiera eso, cualquier tipo de interés; pienso en mi cama, en que sería mejor dormir acompañado hoy, pero después de que a Luis lo vayan a dormir esos pensamientos quedan ahí.


Ese ritmo si me gusta, ¿cómo no moverse con esa guitarra? Pero no, ese hombre sí que está sufriendo, y yo con él. ¡Vaya a consolarlo ya aguila!

suenen los tambores
suenen las campanas
suenen por la tarde
habrán mandado a pedirle a gabriel


En el pedirle a Gabriel se cae una lagrima. Siempre pasa. La piel de gallina, el frío por todo el cuerpo, también.


La continuación, cumple bien su rol de consolar un poco luego de semejante subidón. Te diré que te sentí llorar, ese hombre siempre estaba en todo aún cuando no lo estaba.


Almendra; tan complicado de describir lo que siento, lo normal. Varias lagrimas más. Es magia, es todas las palabras cliché que se usan para describir música juntas; cada chaqueo de la cuerda son oscilaciones que captan mis ojos cerrados.


Abrí los ojos y hay silencio, grillos, ahora un piano y guitarra. Luis.

he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar

Es poesía, eso solo, poesía de la buena. Lagrimas otra vez. Ojos cerrados otra vez.

y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.


Podría hacer esto con cada canción del álbum, pero lo veo innecesario porque la idea parece entenderse y yo mismo tengo que darme un descanso después de basta de pensar. Luis, luises, me cantan tan cerca de ahí que es necesario que pause el inicio de la aventura.., siempre pasa igual. Este es el punto donde descubro que tengo la garganta seca, me levanto, abro la heladera, agua, preparo mate, café, té, lo que sea que demore, así me da tiempo de descansar y terminar con esta belleza de álbum que nos regaló un señor que yo admiro mucho en general.

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