lunes, 12 de junio de 2017

CAPÍTULO RELIGIOSO, PARTE 1

(Extracto de "Un diario de Espiedo, por Julián Campos")


CAPÍTULO RELIGIOSO, PARTE 1

nota de la relectura: excelente trabajo, revisá el no manchar mucho a tu personaje con vos mismo.



LA REFLEXIÓN TRAE CONSIGO UNA PARTE MÍSTICA

Hoy me siento particularmente solo. Terriblemente solo.

Abandonado, como dejado a un lado, y no, creo que nadie en sano juicio considera a mí, Julio Espiedo, un hombre solitario, pero en las labores del alma sí me siento así. Pasó una hora y no sonó el celular para nada, algo que se agradece, pero hoy, especialmente, genera vacío.
Un dolor tan fuerte en el pecho, tan adentro, tan de uno mismo, que no hay forma de escaparse, de evitarlo. La respiración cuesta, el esternón no da más, creo que se me está por romper alguna costilla. 
Pensás en qué hacer, o lo que podrías haber hecho, porque capaz ya no hay nada para hacer porque lo que hiciste o no hiciste tenía su tiempo y lugar, y en cuanto al tiempo siempre es pasado y no importa cuánto duela el pecho eso no se puede modificar.


Tendría que haber sido más distante? La distancia siempre permite la idealización, y soy fácilmente idealizable con mis gustos aptos para el 79% de las gentes. Es que en verdad debería elegir una corriente y seguirla, dejar la ambigüedad de lado; no sé, hacerme punk y que todo se vaya a la mierda y abajo el sistema, no sé, ser un hipster con iPhone cool, un algo, no un pedazo de idiota que gusta de Mulligan como de Miranda. Y no, no es por esas puntualidades, es porque eso aplica a cada parámetro donde no podés enfocarte nunca en nada porque te es imposible relegar algo, pasarlo a segundo plano, porque sos un apasionado de todo, completamente enamorado, un fanático de todo que nunca puede conocer lo que siente porque considera tantas aristas que siempre pierde el cálculo, o se cansa y decide dejarlo para otro día.

A veces me siento en una película, en una muy mala y de ritmo bastante lento, donde cada hecho en verdad ocurre por una razón. Busco darle sentido dramático a las cosas, poético, como ahora mismo estoy haciendo al darle palabras a esto que está ocurriendo, si para mí es arte hasta la manera en que respiro. ¿Se pusieron a pensar en ello alguna vez? Millares de alvéolos que dejan entrar el aire al torrente sanguíneo, para que se distribuya a todas las partes de mi cuerpo, alimentando a mi cerebro para que yo pueda escribir estas vacías palabras que intentan describir los sentimientos complejos que siento. Redundancia, ¿cuál sentimiento no es complejo? nadie se atrevería a hacer semejante distinción, creo, aunque capaz alguien sí ya lo hizo hecho. Y ese es un gran problema nuestro, la clasificación, el querer encasillar todo siempre en su lugar, elegantemente, donde siempre el gris es la sumatoria de cantidades aleatorias cada vez más grandes de blancos y negros, pero blancos y negros iguales al fin. ¿Y si cada célula es distinta? Yo creo que lo son, todo es puramente único, por diferencias mínimas, imperceptibles hasta para el más fino aparato de medición; cada tejido, cada célula, cada átomo, siempre con una pequeña diferencia que hace temblar nuestras clasificaciones y entonces siempre hay que dejar margen de error porque desgraciadamente el mundo no es perfecto y eso es algo que los matemáticos y físicos saben hace siglos.

Qué médico puede explicar este dolor en el pecho? Mi único camino para la verdad parece ser el religioso, el único que en la superficie parece no acorralarme, pero tampoco tomé la comunión y judío no nací, aparte de que a Dios todavía no encontré. Quizás Dios sea este dolor, este aplastamiento en el pecho, seguramente sea él que me está llamando, pidiendo de mí un acto de fe, de devoción, cargar con la desgracia de mi propia mente para lograr la salvación eterna. Salvación eterna, digo, más parece castigo de pecador lo que llevo encima. ¿Será, entonces, una vida para el pecado y una para la bondad? Nunca creí en la resurrección pero este podría ser el momento creo.
Pero es el mismo dolor el que me hace perder la fe ganada, porque logró infiltrarse por debajo del esternón, atacar directamente la caja torácica para establecer su núcleo y hogar ahí dentro. Mientras esto sucede, lentamente la garganta se cierra, empieza a apretar, avisando de que la cosa viene por dos frentes de batalla.

Me quedo un rato en silencio conmigo mismo pensando únicamente en el modo de salir de esto, de idear los pasos a seguir, pero no logro encontrar ni respuesta ni tan siquiera propuesta alguna. Veo la hora, en cinco horas dice la alarma que sonará, y pienso que todos estos problemas es mejor dejarlos para otro día, aunque bien adentro sé que mañana me despertaré y no recordaré mucho de mis reflexiones y penas, y que estas volverán a atormentarme luego, de manera inesperada, en los momentos de debilidad, como hoy, porque yo no tengo ni las ganas ni la fuerza para combatirlos nunca y dejo que crezcan sin control en mí, dejándolos adentrarse cada vez más adentro en mi.

-A Michelle:

Kilómetros de distancia
un olvido de por medio
pero aún seguís presente
en las aristas de la reflexión.

Julián Campos.

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