viernes, 23 de enero de 2015

Onírica

La caída del gigante atemporal
Oh, mis gemelas almas inmorfas, he caído en el amor! En el amor incontrolable, el que siempre moverá a uno. Y sí, es peor que nunca; felicidades oníricas me azotan ya. Pero, ¿hay espacio para tales sentimientos en este ser? Nunca sabré nada; al final, ¿qué haré?
Oh, querida, la deseo, quiero y adoro. Espera, también te amo.

(El subrajado es propio).


La llegada
Capitán veo el horizonte! Al fin hemos llegado, y, con medio mundo atravesado, puedo dignarme de ver el espectáculo de las nuevas tierras. Maravillosas, celestiales y oníricas; la lluvia de otro mundo! Y como la guarida de un tigre, está meticulosamente protegida. El mar bravo y los picos son solo el principio, pero es que, miren esas hermosas nuevas tierras! Ey, esperen, me estoy desplomando.
Aún no recuerdo como este relato llego a mí; me abstengo a creer en mi propia ceguera, pero creo necesario caer siempre en ese deshilachado pensamiento.
Un perdido inmortal ya no sabe qué hacer, y mucho menos siquiera, qué pensar.

Adjetivista, luego parte de una humanidad. Siempre partes. Siempre soy, y lo detesto.

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