sábado, 7 de febrero de 2015

Día de las crecidas y la luz

Esto ocurrió, pero me vi en la necesidad de cambiar y hasta agregar algunos datos para embellecer y darme un anonimato superfluo. En última instancia siempre lean al personaje, que es mucho más yo de lo que podría ser el que les escribe.

El hecho del 4 de febrero de 2006. Bajo de Véliz, San Luis. (Es un recorte)
...ya que tremendas vacaciones fueron aquellas! Lo único reprochable fueron los mosquitos, pero me convertí en lo que soy gracias a ellos también. Bueno, desde luego gracias a ella y gracias a vos. Esas vacaciones me llevaron al lado de allá, pero mucho más a la cosa misma y la muerte.
Hablando de lo último, fue un día en el que estaba destinado a morir, pero sorprendentemente no pasó nada.
Salimos a media tarde hacia Bajo de Véliz, la noche ya se hacía esperar pero algo había que hacer. En fin, una hermosura inaudita despierta en cualquiera ese paisaje, pero no; en mí ya se germinaba la muerte. Apenas vi la primera sierra y la primera curva me di cuenta. Llegué a mi fin, pude conectarme con todo, pude enamorarme de todo, pude llorar de la emoción de ser, de vivir y de morir.
Para los que desconocen, el sentimiento de muerte nace en la boca del estómago y se extiende directamente a la cabeza, recién desde allí pasa a las extremidades. Pero lo peor es cuando te atrofia la mente.
Nunca iba (voy) a alcanzar la pureza que deseo, a poder sentir todo lo que quiero, a ser el todo o la nada. Sabía que venían tiempos mejores, que ahora la vida era cuesta arriba para mí, y eso era justamente lo peor; de las tinieblas, del subsuelo, de ahí sale lo mejor, de ahí vengo, ahí quiero dormir.
Entrada la noche vino el regreso, yo iba a morir. Era la máxima certeza que alguna vez tuve, que alguna vez tendré. El viento en la cara, la agudización de los sentidos, la canción de mi muerte (más celestial y perfecta de lo que hubiera deseado), todo estaba listo. Dos finales se asomaban: una muerte en un accidente automovilístico, heroica para mí, y la de el impacto de un ave en mi cabeza, que me habría desilusionado (además, era lo que se veía más probable).
Pero no, nada pasó. Engañado? No, alguien me salvó. Fue ella, fuiste vos, fue el amor a todo, fue la idea del personaje, fue la atracción constante del lado de acá (sí, para luego pasar desde ahí al lado de allá, tan hermoso como suena), fue el sueño de ser. Pueden creerlo? No morí! Y ya yo sabía todo lo que debía saber. Ya había alcanzado el conocimiento máximo, y no morí! Increíble.
Bueno, llegado a la casa fui directamente a dormir. Tenía el sentimiento todavía, pero me acosté y me puse a escribir en pasado. Luego dormí, aunque no sé si alguna vez desperté. No puedo realizar los planteamientos ni las reflexiones necesarias para saber si estoy vivo. Por lo menos la vida es muy bella, y ya duermo en la habitación de arriba.
Fuiste vos, me mataste, me hiciste poseer el derecho y obligación de elegir. Yo no quería, no quiero eso; te (las) amo y, , habla el mismo Enrique de antes.
Al parecer dispongo de apellido, al parecer esto se hizo agobiante y con demasiadas puntuaciones.


-Enrique Centurión.
Esto se transcribió desde un móvil, desde ya perdón. (El hombre de los perdones y ese tal Enrique parecen ser el mismo)

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