Pero la sensación más rara de
todas llegó cuando empecé a sentir algo en mis piernas, no las sentía como
siempre. En mi corta existencia nunca había sentido algo así. Esa
sensación, está sensación, es lo más raro que ha pasado y, a la vez, uno de los
acontecimientos más bellos por los que he sido bendecido.
Ahí comprendí todo, supe que
había dejado de ser yo; había pasado a ser algo superior. La última y
desesperada súplica había dado frutos, alguien se había apiadado de estos años de ilusiones. Me enderecé torpemente, dejando al árbol sobre el que estaba
apoyado como si fuera la torre de pisa.
Mi rugosa piel gris empezó a
brillar por el sol que empezaba a asomar. Surgió una desconocida energía vital
en mí, algo nunca experimentado. Pude ver que mis nuevos compañeros empezaban a
dejarme atrás; supe que aunque nunca los había visto, los conocía de toda la
vida. Así fue como di el primer paso de mi vida y me uní a ellos. Con mis
cuatro patas empecé a caminar mi nuevo destino.
Lo que sería la llamada "continuación" de aquel verano del 2013 d.c. siempre lleno de desilusiones personales.
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